La historia nos muestra cómo en
ciertas ocasiones, la incultura política nos ha llevado a grandes catástrofes
humanas. Sin ir mas lejos en el tiempo, podemos recordar como Hitler llegó al
poder a través de elecciones democráticas.
Pero también se producen
tragedias a un nivel más personal, más de andar por casa, y producido por
desconocimiento político o por confianza en falsas promesas.
El pasado día 9 de Agosto, y
cumpliendo con mi labor informativa, me acerqué a algunas dependencias
municipales, donde se estaba
desarrollando un encierro de la plantilla municipal, previo a la gran
manifestación.
Presencié algunas conversaciones
informales entre algunos/as trabajadores/as. En una, dos compañeras se
abrazaban llorando ante la situación que se les venía encima. Entonces una de
ellas dice:
- “¿Te acuerdas, hace un año? La
imagen se repite. Entonces también nos abrazamos y casi lloramos de alegría,
festejando el triunfo de María J. García-Pelayo. Creímos que con ella llegaba
la solución. Y sin embargo hoy estamos llorando porque esa hija…. nos quiere
joder la vida. ¡Qué tontas fuimos!
En el departamento, todos/as
celebramos el triunfo del PP, pero lo de D. Luis…. Cuando entonces le
recordamos que él siempre fue “de Pacheco”, respondía: “yo soy pachequista de
corazón, pero mi mente es del PP. Y esta gente van a arreglar el
Ayuntamiento”. Está claro que ya estaba
haciendo méritos para ver si volvía a un cargo de cierta relevancia. Relevancia
que no había tenido durante el mandato de Pilar Sánchez. Ahora sigue olvidado,
y a duras penas se mantiene a base de ansiolíticos, y lo que es más grave a su
mujer la han incluido en el ERE. ¡Está hecho polvo!”.
En ese momento, un compañero,
también encerrado, y también incluido en la lista del despido colectivo, pasa
junto a ellas y con una mirada acusatoria les dice: “os recuerdo que yo os lo
advertí: ¡qué la derecha es muy mala!, ¡que nunca ha hecho nada por los
trabajadores!”
En otra de las dependencias donde
se desarrollaba el encierro oí: “yo estaba en una playa, en Portugal, cuando me
llamaron para decírmelo. ¡No daba crédito! Yo siempre estuve convencida de que
esto del ERE no iba conmigo. Veía a mis compañeras con una gran ansiedad por
saber a quien le afectaría, y yo me sentía bastante tranquila. Ahora no duermo,
y no se que va a ocurrir con mi familia, tengo dos hijos pequeños y mi marido
está en paro”.
En la tercera de las dependencias
a la que me acerqué, en una conversación con un tono de confesión y
autocrítica, dos trabajadores decían: “y si al final el ERE se hace realidad,
nos van a indemnizar con veinte días por año de servicio, con una máximo de un
año. Y lo mas grave es que parte de la culpa la tengo yo. Cuando los sindicatos
convocaron huelga general en protesta por la reforma laboral, yo no hice caso y
trabajé, por no perder un día de salario. Y luego protesté porque los piquetes
informativos de los sindicatos, no nos
dejaban ejercer nuestro derecho al trabajo. Y sin embargo hoy le rezo a Dios
para que le de luz y fuerza a las centrales sindicales para que consigan
mantener mi puesto de trabajo.
No se lo que va a ocurrir, pero
lo que si tengo claro es que he sido bastante tonto, y de que el equipo de
gobierno, no es que esté formado por malos políticos, sino por malas personas a
las que no les importa el sufrimiento de sus propios trabajadores”.
De estas conversaciones y de
otras que no voy a contar, se pueden sacar dos conclusiones:
Una.- tenemos una gran incultura
política. Cuando pensamos que ésta no va con nosotros, o nos dejamos llevar por
los medios de comunicación y por el ambiente, sin una actitud crítica, estamos
haciendo dejación de nuestra obligación como ciudadanos, y permitiendo que
otros hagan la política más favorable para sus intereses, no para los
nuestros.
Dos.- nadie escarmienta en cabeza
ajena, y cuando aprendemos ya puede ser demasiado tarde.
No obstante, y para terminar,
espero que la justicia ejerza de eso, de justa, y el ERE sea anulado.
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