sábado, 24 de marzo de 2012

Y LO MATARON


Esta mañana, me encontré con Pepe. Buena persona y buen amigo. Cristiano para más seña. Nos contamos los últimos acontecimientos de nuestras vidas. Hicimos un repaso de la actualidad política y social, y  abusando de nuestra confianza y teniendo  muy presente el cariño y el respeto que nos profesamos, me atreví a hacer un comentario crítico de la Iglesia Católica. ¿Cómo es que la Iglesia está tan cerca de los postulados que defienden la derecha política y social?, ¿y no tiene reparos en hacerlo público cuando estamos inmersos en una  campaña electoral, llegando incluso a dar recomendaciones a los cristianos sobre el sentido del voto?.

No había terminado de hacer la pregunta cuando Pepe me interrumpe:  No debes confundir a la Iglesia con la Conferencia Episcopal. La Iglesia la formamos todos/as  los/as creyentes.  

Es cierto, le respondí. Pero son los obispos los que marcan las directrices y normas que deben cumplir los/as cristianos/as. Forman la clase dirigente de la Iglesia. Son los que interpretan las enseñanzas de Jesucristo. Los que deciden lo que es pecado y lo que no, ….

Aunque llevas razón, me dijo, la fe no es interpretar, no es saber mucho sobre las escrituras. La fe se experimenta. Es un estilo de vida basado en el ejemplo que supuso el compromiso y la entrega de Jesús por los demás.

Debes tener presente que, dentro de la Iglesia, no todos/as pensamos  y vivimos de igual forma nuestra fe. Sin ir más lejos, mañana  24 de Marzo, se conmemora la muerte de un Obispo salvadoreño…

¡Joder Pepe!, estoy criticando a la Conferencia Episcopal y ¿tú me quieres poner como ejemplo de buen cristiano a un Obispo?  

Veo que no has oído hablar de Oscar Romero.  Obispo que fue asesinado en 1980 por la extrema derecha de El Salvador, mientras celebraba la Eucaristía,  por haber cometido el delito de defender al pueblo sencillo, a los pobres.

La verdad es que no conozco mucho de la vida de los dirigentes de la Iglesia, pero te prometo que voy a informarme sobre ese hombre.  Me parecen interesantes e intrigantes las referencias que me das.  

Efectivamente, una vez nos despedimos y ya en casa, como suelo hacer otras veces, me introduje en la red a buscar información.  Y la encontré. Y me sorprendí.

Resulta que Oscar Arnulfo Romero, es un obispo mártir olvidado por su  Iglesia Católica, pero que, sin embargo, es la Iglesia Anglicana la que lo ha incluido en su santoral. Para más sorpresa, me entero de que las clases populares de América Latina lo conocen como el “obispo de los pobres”,  y que al margen de lo que piensa y hace la Iglesia Oficial, lo llaman “San Romero de América”.

¿Cómo es que la estructura eclesiástica vive tan ajena de los sentimientos y las aspiraciones de los/as cristianos/as “de a pie”?, ¿Por qué la iglesia, que no ha tenido reparos en los últimos años en hacer beatos y santos  a personas cuyas vidas, en algunos casos, no fueron ejemplos claros  de entrega  cristiana, y sin embargo no reconoce “como Dios manda” la vida comprometida, hasta la muerte, de este obispo?.

Antes no entendía a los cristianos y a su iglesia. Ahora sigo sin entenderlos, pero tengo la tranquilidad de que, creo,  no es solo problema mío. Las contradicciones y distintas experiencias que se viven en el seno de la iglesia también aportan su granito de arena para que exista este alejamiento.

Me he puesto como tarea inmediata encontrar y leer  el libro “¡Cese la Represión!”, en el que se puede conocer la vida,  y los textos de homilías y pronunciamientos que escribió Oscar Romero. Aunque ya he visto en internet , tanto la portada como la contra portada. Esta última se titula “Y lo mataron”. Transcribo a continuación algunos párrafos porque (lo reconozco), me provocan  un sentimiento de admiración y respeto:

“ El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad.

Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la libertad de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegaran a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan.

Ojalá, así, se convencieran que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás. ”


Si llamar a alguien santo es una forma de reconocer y respetar una vida de entrega y compromiso por los más débiles, creo que, una vez leído el libro,  no tendré reparos en llamarlo también, San Romero de América.

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